El goleador belga Romelu Lukaku (un fantasma que recorrió el premio "The Best" de la FIFA) quería cumplir la promesa que había hecho a su madre Adolphine cuando él tenía apenas 6 años. Fue el día que la vio agregándole agua a la leche. "El momento exacto en el que supe que estábamos en quiebra". La casa en las afueras de Amberes quedó sin luz porque no había cómo pagar la electricidad. No más agua caliente. Pan de fiado. Ratas. Con 12 años, y los botines 39 de su padre, exjugador en Congo, Romelu marcó 76 goles en 34 partidos. Era grandote. Casi el único niño negro en esos partidos. Los rivales le exigían el documento. Hasta prohibieron su inclusión. "Aprendí a jugar con rabia". Al entrenador que retrasaba su ascenso le apostó más goles a cambio de apoyo. Ganó. "Nunca apuestes contra un niño que tiene hambre"
Por Ezequiel Fernández Moores
Texto completo en https://www.lanacion.com.ar/deportes/racismo-calcio-nid2290903
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